miércoles, 6 de diciembre de 2017

Cafeína, el motor que mueve el mundo moderno.


Antes de empezar esta entrada, tengo que aclarar que la cafeína es mi droga favorita (muy por encima del alcohol), y que me estoy haciendo un capuchino doble mientras escribo. Declarados mis intereses en el tema, procedamos.


La cafeína es uno de los ingredientes clave de algunas infusiones, como el café, el té o el Guaraná amazónico, pero además es el componente psicoactivo más consumido a nivel mundial. Todos hemos usado, o usamos regularmente, algún producto con cafeína, ya sea por sus efectos o porque nos guste su sabor. Sin embargo, os habéis preguntado cómo funciona esta droga y qué efectos tiene en nosotros?  Bien, pues vamos a verlo.

El primer efecto es muy sencillo de percibir: la cafeína nos hace estar más atentos y despiertos. Esto se debe a un ciclo de regulación circadiana (que dura un día, vamos) que tenemos en el cerebro, en el que, conforme va avanzando el día, producimos más adenosina (un neurotransmisor). La cafeína actúa a este nivel como un competidor de la adenosina, que secuestra los receptores de esta. Esta es la razón por la que dejamos de sentirnos somnolientos por un rato. Sin embargo, este efecto es pasajero, y si recurrimos a este truco muy a menudo aumentaremos la cantidad de receptores de adenosina presentes en nuestras neuronas, haciendo que tengamos que aumentar la dosis de cafeína (un servidor, en su peor época, se dormía tras beberse un Red Bull de tercio).

Otro de los efectos que tiene la cafeína como estimulante del Sistema Nervioso Central es que tiende a mejorar nuestro estado de ánimo. El mismo proceso de bloqueo de la adenosina provoca que otros neurotransmisores, la dopamina y la glutamina, se liberen sin el control de su agonista (la adenosina), y por tanto estemos más alerta, nos sintamos con más energía y estemos, en general, de mejor humor. Como ya hemos dicho antes, un abuso de la cafeína puede provocar dependencia, ya que tendemos a crear más receptores de adenosina. Al final, podemos terminar siendo esa persona que, hasta que no se toma un café o dos por la mañana, es intratable.

Curiosamente, esta es también la razón por la que el chocolate tiene efectos similares. Pese a la creencia popular, tiene cafeína (una barra entera de chocolate de 100g tiene lo que un café flojo, no expresso, que tendría 6 veces más). Sin embargo, el chocolate tiene como principal alcaloide la teobromina, un derivado de la cafeína (cerca del 10% de la cafeína que ingerimos se convierte, eventualmente, en teobromina). Esta tiene efecto vasodilatador y diurético, además de ser un agonista menos potente de la adenosina (igual que la cafeína, pero sin llegar a quitarte el sueño).

A todo esto hay que añadirle otros efectos, como incrementar la atención, la habilidad psicomotora (la cafeína es una de las sustancias legales más usadas por deportistas), y esta y sus variados se han propuesto como tratamiento en diferentes enfermedades cardiacas debido a sus efectos vasodilatadores. Además, se ha demostrado que la cafeína acelera el efecto de varias drogas, por lo que se puede encontrar acompañando a algunos medicamentos, como el parecetamol.

Bien, hasta aquí todo ha sido muy bonito, y seguro que estamos deseosos de hincharnos a tomar café y chocolate.  Pero, como siempre digo, si una substancia no tiene efectos secundarios o contraindicaciones, es que seguramente no tenga efecto alguno.

Uno de los principales efectos secundarios es que es bastante adictiva. Si a eso le sumamos nuestra forma de vida actual, en la que le robamos horas al reloj hasta caer rendidos, tenemos una situación explosiva. Algunos autores han descrito incluso que algunos de los aparentes beneficios descritos en los diferentes experimentos (como la mejora del ánimo o de la psicomotricidad) podrían, en realidad, estar causados por la eliminación de la abstinencia en personas adictas. O puede que ambas cosas.

Yo, de momento, voy a hacerme un café.

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